lunes, 13 de abril de 2015

"Éramos la policía secreta de la Iglesia"

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SOCIEDAD • Domingo 12 de Abril de 2015 | 08:41
Por Gabriel Giubellino

"Éramos la policía secreta de la Iglesia"

Yanina Lofvall, autora de Siervas Trinitarias (secta católica). A los 33, cuenta su experiencia como laica consagrada en el instituto Servi Trinitatis, en Santa Rosa, La Pampa.

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¿Cómo llegaste a la presentación que harás hoy de tu libro en Santa Rosa de La Pampa, donde sucedió todo, con una presentación que incluye a artistas plásticos y una obra de teatro?
–El proceso de escritura llevó años. Fue un proceso de reencontrarme conmigo, de terapia. Empecé a escribir por una necesidad mía, sin saber si se iba  publicar.
–¿Ya estudiabas periodismo?
–Si. En 2007/8 empecé a estudiar periodismo. En 2009/10 me fui a vivir al sur, volví, retomé periodismo y el conflicto de escribir era este, de poder hacerme cargo de la historia públicamente. El mambo venía por ahí. Pero bueno, escribir me gustaba mucho antes de entrar a la institución y me lo tenían prohibido. En mi adolescencia escribía mucho. Y fue parte de un proceso sanador.
"Gracias a ellos disfruto mucho más que cualquier persona normal cada cosa. Vos en este momento estás en un día más de laburo. Yo estoy disfrutando de esta cerveza".
–¿A qué edad entraste a Servi Trinitatis?
–En el 99, tenía 18 recién cumplidos
–¿Y saliste?
–A los 25
–O sea 7 años.
–Y dos meses. Justo. Bueno, el tema era si publicarlo o no, porque en realidad sentía que había que contar la historia. Y entre esto, que lo publico o  no, me contacta una profesora de teatro muy conocida en la pampa (Edith Gazzaniga, del grupo Andar), con la que estaba estudiando en la adolescencia, que estaba queriendo escribir sobre este caso. Ella sabía de mi hermana, no sabía de mi historia. Mi hermana, mayor fue la primera que entró, unos dos años antes que yo. Tendría 19 años. Dejó a su novio con un cambio muy radical que mi familia no entendía. Luego entré yo. Había hecho el trámite "normal" que cualquiera hace, comunión, eso, y nunca más (con la religión). Pero ante una situación compleja de mi familia, necesitada de consejo de alguien, mi familia me llevó a hablar con estos curas. Mi hermana estuvo diez años en total. Se la llevaron a España en 2001 y con la causa penal y todo el lío mediático, la echan. Le dicen que se dieron cuenta que no tenía vocación. Vuelve a la Argentina, se reencuentra con su novio, se casa con él y se vuelve a España. En el libro aparece su historia como Inés.
–¿El cambio es tan radical apenas entrás?
–Muy. Antes de entrar, yo hacía teatro, zancos, malabares, andaba rondando a algunos organismos de izquierda de Santa Rosa, escuchaba rock nacional, toda esa línea. Y cuando llego esa vez a confesarme, el 28 o 29 de octubre de 1999, entro a la institución y el 14 de diciembre ya soy laica consagrada. Un mes y 15 días después. Y automáticamente dejo de salir, de usar remeras sin mangas, de usar aros, pulseras, dejo de pintarme, de visitar a mis amigos, de tomar cerveza, de fumar. Me acuerdo de cruzarme gente en la calle y no entendía qué me había pasado. A los dos meses de ir en busca de esa contención espiritual por una razón familiar que no quiero dar a conocer, me dicen que para ayudarme, me tenía que ir de mi casa. Y a los dos meses empiezo a pedir permiso para irme y no podía por el trabajo que ellos me habían hecho en la cabeza. Ellos primero empiezan a cortar tus vínculos sociales. Las salidas, las amigas, todo era una pérdida de tiempo. Pasar tiempo con la familia es un apego desordenado, te dicen esto no se lo cuentes a tu mamá, que van a ir en contra de la vocación que dios te dio para que los salves, para que te salves. Y ellos lo hacen trabajando con gente de entre 12 y 18, 19 años, cuando uno está muy permeable. Todos los que caímos fuimos por una situación particular emocional de pedir ayuda, te agarran quebrado emocionalmente. Te dan la contención y te quiebran  la voluntad. Una vez que lo logran, el resto es mandar.
–No eran lazos físicos.
-–La iglesia dice que no hay sectas, pero si uno lee la definición de sectas, te das cuenta que operan de esa manera. Generan vínculos dependientes con los directores, te cortan los lazos sociales, tienen algunos miembros radicalizados y con características inalcanzables,  de santidad , cosa que uno se sienta como inferior. En nuestro caso, el fundador (Gratiniano Checa Colmena) y también dos chicas que hacían pasar por enfermas, una de Santa Rosa y otra de España. Por una se hicieron colectas de muchísimo dinero durante diez años.
–¿Vos fuiste una iniciadora del juicio?
–No. Fue mi familia. Poco después de irme, mi papá se enferma de cáncer de pulmón. Mi hermana estaba en España y ellos no la dejaban siquiera hablar por teléfono. Mi hermana facturaba miles de euros por mes, era licenciada en enfermería y trabajaba 16 horas por día. Pero ellos, por el voto de pobreza, no la dejaban llamar. Mi hermana no se pudo despedir de mi papá, que vivió sesis meses con cáncer, con toda la angustia familiar que genera esto. Ese dolor hace que mis hermanos se junten con familiares de chicas que vivían la misma situación de encierro. 
–Aunque ustedes trabajaban y sí salían a la calle.
–Sí. Yo soy docente porque ellos me obligaron a estudiar, y a la vez trabajaba en la radio de ellos. Durante cinco años y medio trabajé en la radio al lado de la catedral. 
–¿Te obligaron a estudiar docencia? ¿Por? 
–Magisterio, porque uno de sus fines son los niños, y quieren agarrar a los chicos de pequeños. Por eso quieren docentes en las escuelas primarias. 
–¿Qué finalidad tiene todo eso que viviste? ¿Para qué lo hacen?
–Con el voto de pobreza nuestro, ellos juntan fortunas. Ellos tienen más o menos 30 años como institución. en el tiempo en el que estuvieron en Santa Rosa compraron un campo, una casa, un departamento, pusieron una radio. En Lomas de Zamora tienen tres o cuatro casas.  En Capital Federal tienen cuatro departamentos. La persona que vive en comunidad –ellos en el juicio lo niegan–  da la tarjeta (de débito). Uno no cobra el sueldo, lo cobra el director y él da el permiso para los gastos. Y si vivís fuera de la comunidad, tenés un plan de vida estructurado las 24 horas del días y tus gastos también. Logran tener tal dominio de tu persona que no te permitís ni pensar. Por ejemplo, una de las cosas que tienen dentro de las normas es el voto de obediencia, que tiene cuatro grados. Uno de ellos es no cuestionar verbalmente. No expresarlo. El grado máximo de obediencia es no cuestionar ni siquiera con el pensamiento al director. Porque quien obedece no se equivoca, es parte de las normas.
–La ley de Trata es posterior. ¿Creés que con esa ley hubiera sido distinto?
–Totalmente. En el fallo de la periodista y el pastor, la jueza dice que parte de la sentencia es por la reducción a la servidumbre y por la manipulación mental que hacen sobre la persona. No implica un abuso sexual,
–¿Qué hay ahora en la casa donde viviste?
–Sigue funcionando el cenáculo. El padre Antonio estuvo en febrero, en la casa, no tienen parroquia, pero siguen funcionando.  Por ahí pasaron más de 100 chicas, pero no todas vivieron la misma radicalidad. Algunas entraban y salían porque se daban cuenta, no cumplían las normas.
 –Leí un comentarista anónimo de sitio web que planteaba que todo esto es cosa juzgada.
 -–Bueno, casi seguro que es gente de Servi Trinitatis. En realidad yo publico una novela histórica, basada en los hechos reales ocurridos en la institución. Yo no los acuso, yo cuento la historia. Estoy en contacto con mucha gente que se fue de la institución y para nosotras era muy importante contar la historia. Nos sentimos manoseadas y usadas por la iglesia y a nadie le importó lo que nos pasó. No sólo es reparador para nosotras, sino que muestra un mecanismo que es muy, cómo decirlo, muy macabro, trabaja con la cotidianeidad de chicas. 
–¿Nadie te dijo: nena, te están lavando la cabeza?
–Todo el tiempo. Con mi  familia, mis hermanos, mi papá hubo discusiones grandísimas. Mi papá me llegó a preguntar: ¿vos pertenecés a la institución? Y yo contesté que no, y por dentro tenia que decir: "no, con votos perpetuos" porque tenía votos temporales, y entonces para ellos no era una mentira. Uno mentía alegremente con algunas cosas que ellos llamaban restricción mental.
–¿Cuáles eran tus votos?
–Castidad, pobreza, obediencia y fidelidad al Papa. Sos monja, no usás hábito. Sos laica consagrada. Hay instituciones de laicas consagradas que son un poquito mas normales, creería, no tan retorcidas. Ellos decían que nosotras operábamos con la policía secreta de la iglesia y que podíamos infiltrarnos en los lugares que los curas y las monjas no podían.
–¿Para qué?
–Para captar gente.
–¿El libro sirvió para liberarte?
–A mi me ayudó un poco a cerrar una etapa que fue larga. Volverme a encontrar, a experimentar la vida social. Mi primera pareja la tuve casi a los 26 años. 
–¿Que pasó con tu fe?
–No quedé creyente, creo que soy agnóstica, aunque no es un tema que me preocupe. Creo que si hay un dios y si es bueno, va a entender. Tuve mucho miedo de que me vuelva a pasar lo mismo, sentí que me violaron la cabeza. Cuando hice terapia una de mis primeras preguntas fue: ¿qué me hicieron? Te sentís una pelotuda. De ser una piba de cabeza rapada, derechos humanos, y pensamiento de izquierda terminé siendo casi un facho. Parada en el medio de la radio con un latiguillo de ácido litúrgico, como dice Capusotto. Defendiendo a Aguer, al padre Grassi, a los militares. Hasta el día de hoy a veces me despierto rezando; es como una pesadilla. O sueño que soy esta que soy ahora, pero que estoy adentro y no me puedo ir. Pero soy yo, no aquella que fui. Soy quien soy con esa historia. No lo quiero negar más.
–¿Algo bueno que te haya quedado de esa experiencia?
(Piensa siete segundos y responde).
--Gracias a ellos disfruto mucho más que cualquier persona normal cada cosa. Vos en este momento estás en un día más de laburo. Yo estoy disfrutando de esta cerveza, que durante siete años no puede tomar, comiendo una pizza, con anillos, con aros, con una musculosa. En un bar, con un hombre. A veces salgo a correr, y me pregunto cuántas cosas de estas tenía prohibidas. Ir de calzas, corriendo para estar bien, escuchando la música que yo misma elijo. Disfruto un montón de sensaciones. En terapia trabajamos la idea del secuestro y fue fuerte hacerme cargo. Y si, lo que te roban es la identidad, todas terminamos siendo iguales. Todas hablábamos igual, pensábamos lo mismo. Disfruto un montón. Sólo tomaba agua y leche cruda. Hemos llegado a comer tarta de polenta en el cenáculo. Para eso  me sirvió. Volver a sentir la libertad de elección me hace feliz. Y no sé si el común de la gente es tan feliz como yo.
Aquella denuncia por "reducción a la servidumbre"
La causa iniciada en La Pampa contra los sacerdotes españoles Antonio Martínez Racionero y Ricardo Latorre Cañizarez por presunta "reducción a la servidumbre" terminó con el dictado de falta de mérito. La justicia consideró que no se puede cuestionar la actividad de reclutamiento y adoctrinamiento "ya que, de ser así, entraríamos en una intolerancia religiosa que no pararía hasta la indagatoria al mismo Papa". En cuanto a los votos de pobreza, dice que "el sistema de vida comunitario es tan antiguo como el hombre mismo". Con estos y otros motivos, el Tribunal de Impugnación Penal desestimó en noviembre de 2009 las apelaciones planteadas por la fiscalía y el abogado querellante Omar Gebruers. Al año siguiente, la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas, pidió la reapertura de la investigación. Gebruers contó esta semana a Tiempo que llevó el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para denunciar al Estado argentino "por no haberle retirado la autorización a esta secta".

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