martes, 30 de junio de 2015

Puiggari incumple un mandato del Papa

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Puiggari incumple un mandato del Papa

Puiggari incumple un mandato del Papa
A principios de mes, el papa Francisco aprobó un nuevo procedimiento de la Iglesia frente a los casos de abuso de menores, e introdujo un nuevo delito canónico denominado de “abuso de oficio episcopal”, que se refiere al comportamiento de los obispos que hayan ignorado o no hayan dado un seguimiento adecuado a las denuncias de abusos sexuales por parte de religiosos.La reforma judicial partió del informe presentado por la Comisión para la Tutela de los Menores, presidida por el cardenal Sean Patrick O’Malley, y formada, entre otros, por varias víctimas de abusos sexuales. Antes, el pasado mes de febrero, el pontífice insistió en una carta dirigida a los presidentes de las conferencias episcopales y a los superiores de los institutos de vida consagrada que lo importante era erradicar de la Iglesia la violencia sexual y “no evitar los escándalos”.La Iglesia de Paraná no ha podido ponerse a tono con esa reforma.Mientras la Justicia investiga siete denuncias de víctimas de abusos cometidos por el cura Justo José Ilarraz mientras fue prefecto de disciplina en el Seminario Nuestra Señora del Cenáculo, la Iglesia de Paraná, en vez de abrirse al esclarecimiento del caso, carga con otra causa contra uno de los suyos, muy próximo al arzobispo Juan Alberto Puiggari.El secretario privado del Puiggari, el cura Mario Gervasoni, tiene una causa por falso testimonio en la Justicia al no haber aportado todo lo que sabía del caso Ilarraz cuando fue citado a declarar.Mientras transita ese coletazo de la investigación sobre Ilarraz –todavía no apartado definitivamente de la Iglesia, sino sólo suspendido como cura—el clero paranaense enfrenta otro escándalo: las denuncias por abuso contra el sacerdote Marcelino Moya, un clérigo de altísimo perfil mediático a partir de su labor como payador en distintos festivales.Un médico y un estudiante de Derecho lo denunciaron en la Justicia por haber abusado de ellos mientras eran adolescentes y Moya era vicario de la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay.El proceder de la Iglesia, otra vez, fue contrario a los mandatos del Papa.En vez de mostrarse permeable a las víctimas y cercana a sus denuncias, la Iglesia les volteó la cara.“Habrá que ver”, respondió Puiggari cuando le consultaron sobre Moya.En realidad, cuando el caso se hizo público, el jueves, el arzobispo lo recibió al cura en su despacho y le brindó su apoyo.“En este momento no hay denuncia ni en Tribunales ni en la Iglesia. Estamos esperando a ver si es la denuncia es de un medio o se concreta”, dudó Puiggari cuando el viernes lo consultaron.La duda, como siempre, por delante.Las dudas, también, estuvieron en septiembre de 2012, cuando estalló el escándalo Ilarraz, y la curia salió a hacer una caza de brujas.Fue después que se divulgó el contenido de un encuentro secreto que tanto Puiggari como el cardenal Estanislao Karlic convocaron en el Centro Mariápolis con todo el clero.Los sacerdotes fueron obligados a dejar sus celulares al ingresar, y se les advirtió de no revelar el contenido de lo que allí se hablara.Pero el cerco no fue tan cerrado.
imageEl cura Mario Taborda me contó pormenores de la reunión cuando lo consulté, y el contenido de su relato salió publicado en EL DIARIO.Pero una vez que aquella noticia se publicó, ocurrió lo menos esperado: una rápida búsqueda del responsable de la filtración.Las miradas se posaron sobre el sacerdote Leonardo Tovar, que había sido quien más enfáticamente había reclamado respuestas a la cúpula de la Iglesia por el caso Ilarraz.De nada sirvieron las aclaraciones de Tovar: fue condenado sin pruebas ni proceso casi a la excomunión.La preocupación de buena parte del clero estuvo puesta precisamente en esa tarea: averiguar quién había filtrado la noticia, y no en determinar por qué razón Ilarraz había seguido siendo cura después de que la propia Iglesia lo había hallado culpable de abusos.Ahora con el caso Moya, lo mismo: se activaron las alarmas para ver quién de los propios ventiló la denuncia, y en ese caso, caerle con todo el peso de la tradición de Torquemada.De la reforma de Francisco, claro, nadie se acuerda.Aunque mientras la curia averigua qué tan malos son los medios, la Justicia ya abrió una segunda causa contra uno de los suyos.Ricardo LeguizamónDe la Redacción de Entre Ríos Ahora.En Twitter: @ricleguizamon

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